miércoles, 26 de octubre de 2016

El amor entre la vida y la muerte


Las noches del 1 y 2 de noviembre se celebra en México el día de muertos, esta celebración es una mezcla de tradiciones españolas y aztecas. 

El primero de noviembre se comienza con la celebración de día de muertos y coincide con otra llamada "Día de todos los Santos", la cuál es una celebración católica y fue transmitida por la influencia de los españoles en la época de la colonia. Sin embargo para las culturas como los aztecas, la muerte siempre fue algo digno de venerar, ya que para ellos la muerte era el camino hacia el inframundo con la cual se podría alcanzar el goce eterno. Para ellos era muy importante la forma en que se moría alguien, y la mayoría de ellos buscaban morir de una forma noble, la cual por lo regular lo conseguían dando su vida en una batalla.



A pesar de las influencias españolas y los encuentros de las culturas, nunca se pudo erradicar esa tradición. 


El día de muertos es una fiesta que se caracteriza por su feria de colores y olores, por todos lados se puede observar a una gran cantidad de ofrendas dedicadas a nuestros seres queridos que ya no están en esta vida, la leyenda dice que en la noche del 2 de noviembre les es permitido venir a cenar y convivir con los vivos, por eso se acostumbra a preparar los más deliciosos platillos y bebidas para festejar con ellos. 



Las mesas de las ofrendas se llenan de calaberitas de chocolate o de azúcar a lado de delicioso pan de muerto, todo esto hace que cada año México se vea convertido en un verdadero altar lleno de color y delicias.



Una de las principales decoraciones de estas fiestas es la flor de cempasúchitl, la cual se caracteriza por su hermoso y llamativo color amarillo y sus 20 pétalos que la conforman. El cultivo de esta flor se extiende principalmente por los estados de Chiapas, Estado de México, Morelos, Puebla, San Luis Potosí, Sinaloa, Tlaxcala, Oaxaca y Veracruz, pero es Xochimilco el lugar representativo donde nace la flor de cempasúchil, que significa sol de un amarillo intenso.

Hoy les dejo dos hermosas leyendas mexicanas que existe sobre esta flor, la primera se relata en la época gloriosa de los Aztecas y la segunda en la época en que los españoles conquistaron la Nueva España.



El amor entre la vida y la muerte
Xóchitl y Huitzilin se amaban desde que eran niños, juntos crecieron y con su amor, todas las tardes subían a lo alto de la montaña a llevarle flores a Tonatiuh, el padre sol, él parecía sonreír ante la ofrenda de los enamorados, y ellos juraron amarse más allá del tiempo, más allá de la distancia, más allá de la muerte.
Pero un día llegó la guerra y los amantes se separaron, pronto llegaron las noticias de que Huitzilin había muerto en la guerra, Xóchitl sintió que su corazón se desgarraba de dolor, subió a la montaña y le pidió a Tonatiuh, el padre sol, que la uniera por siempre con su amor, el sol conmovido extendió uno de sus rayos y al tocar a la joven la convirtió en una flor, de colores tan intensos como los mismos rayos del sol.
Luego llegó Huitzilin, en forma de un colibrí, y amoroso se posó en el centro de la flor, y al instante la flor se abrió en 20 pétalos, de aroma intenso y misterioso. De ahí nación la flor de Zempaxóchitl, la flor de muertos. [1]
Entrega del equilibrio espiritual
Una leyenda tlaxcalteca cuenta que la princesa Tecuelhuatzín, hermosa hija del viejo cacique Xicoténcatl, cultivaba en sus jardines de Tizatlan, en la república de Taxcallan, toda clase de flores, pero las que más apreciaba eran esas amarillas rojizas llamadas cempoalxóchitl, porque tenían los cambiantes colores del atardecer, y por ser la flor predilecta para las ofrendas de los desaparecidos.
Cuando los españoles llegaron a Tlaxcala, el hermano de Tecuelhuatzín, el general Xicoténcatl Axayacatzin, fue derrotado por los forasteros, lo que llevó a los indígenas de la región a pactar con Hernán Cortés; le ofrecieron sus ejércitos para ir a tomar Tenochtitlán. La princesa Tecuelhuatzín fue entregada a Cortés como un presente, quien a su vez la regaló al capitán Pedro de Alvarado.
Tecuelhuatzín fue bautizada con el nombre de María Luisa Xicoténcatl, para desposarse con Alvarado, a quien los indígenas llamaban, por ser de tez blanca y rubio, Tonatiúh “El Sol”. 
Cuenta la leyenda que la princesa le entregó su equilibrio espiritual porque en él veía la representación humana de sus flores, la flor de cempasúchil. [2]





2 comentarios: