Imbécil,
¿Qué me miras? Le grité con todas mis fuerzas (en la mente)
¿Acaso
te burlas de mi viejo y ridículo uniforme? Cada día que pasa es exactamente
igual, odio tener que estar en el mismo sitio donde estás tú por muchas
horas. Ya sé, seguro ya viste mis manos descuidadas, mis uñas rotas y mis heridas de las que no logro descifrar su origen entre mis dedos
temblorosos de nervios.
Bastardo,
¿Te crees mejor que yo sólo porque
llevas puesta ropa completamente nueva y
cara? Y quiero decirte que esa
pose que tienes, como mirando a todos por debajo de ti, me parece absurda y
exagerada.
Debo
reconocer que eres muy apuesto y la figura que te cargas es casi perfecta,
cualquier mujer quisiera un hombre como tú en casa, pero yo, no. Lo aclaro
antes de que pienses que después de tanto
tiempo juntos, comienzo a pretenderte.
Seré
sincera contigo: odio tanto mirarte y sin embargo lo hago, lo hago porque debo
hacerlo, debo tocarte todo el cuerpo, todos los días, y aun así no me haces
sentir nada bueno, simplemente desprecio. Sin embargo, creo que te odio porque no encuentro a quién culpar de mis
desgracias.
No,
ya sé por qué me causa una furia muy grande cada vez que me ves: Porque en este
lugar tan concurrido, donde las paredes se vuelven mis confidentes, donde a lo
lejos se escucha música que nadie entiende, donde la vida pasa sin saber si ya
salió el sol o se ha ido, en ese lugar lleno de gente falsa, gente que no tiene
nada y aparenta tenerlo todo, gente que tiene todo aparenta no tener nada y
donde los números ya no son los que me aprendí en la escuela porque también son
falsos, en este lugar sólo tú, ves lo que nadie ve, tú me ves diferente porque
tienes todo el tiempo del mundo para hacerlo. Ves que detrás de mi tono de voz
amable hay un grito desesperado que
aclama unas alas para salir pronto de ese lugar.
Luego,
después del desahogo lo miré con mayor
detenimiento y mesura, me di cuenta que
ni él quería ser un maniquí ni yo una vendedora de zapatos.
Él
me vio y sabía que yo ya había
encontrado también el motivo de su desdicha, me dijo “Olvídate de tus alas
imaginarias, son tan ridículas como tu holgado uniforme, tienes lo que yo tanto anhelo y que la vida jamás me
concederá: un par de piernas fuertes para salir corriendo, una boca que no sabe
callarse y que puede gritar que este no es tu sitio, o al menos NO el que TÚ quieres”
No hay comentarios:
Publicar un comentario